viernes, 23 de diciembre de 2011

Nosotros tenemos que hacer puntería, ellos solo tenían que apuntar a la base

En Afganistán el único paso que no mata es el que ya has dado", cuenta un soldado español que participó en la misión. Legías, paracas, cazadores de montaña... Los soldados de Infantería son la primera línea del Ejército español, los que con frecuencia recorren el terreno lejos de la protección de las bases más grandes, como Herat o Qala i Naw. "De misión de paz nada. Allí vas a matar y a que no te maten". Los ojos azules de Ángel (nombre ficticio) se emocionan cuando habla de su trabajo: "Yo puedo contar cómo es esa guerra. He estado en las bases avanzadas pegando tiros. Más allá de eso no hay nada". A unos kilómetros de una de esas bases, en Ludina, en la provincia de Badghis, murió el pasado 6 de noviembre el sargento primero Joaquín Moya Espejo. La última de las 97 bajas que ha sufrido el Ejército español en la misión de Afganistán.


La hostilidad contra las tropas españolas se multiplicó desde que desplegaron destacamentos a lo largo de las dos rutas que recorren la provincia rumbo a Bala Murghab en el norte, la zona más peligrosa de la región. Sang Atesh, Ludina, Moqur o Darra i Bum son los nombres de algunas de las bases españolas en zonas de dominio talibán. Son los destinos más mortíferos: después de los accidentes aéreos del Yak-42 y el Cougar, que causaron 79 víctimas mortales, la mayor parte de las bajas sufridas por el Ejército español han sido en las misiones de los destacamentos en las bases avanzadas.


Durante las estancias en estos puestos avanzados los tiros se convertían en rutina. Tras días viviendo entre sacos terreros, los soldados se habitúan a oír los disparos que restallan a 700 u 800 metros. Es el sonido de la guerra. Desde su puesto, Ángel se acostumbró a buscar el blanco en el fogueo de los Kaláshnikov: "Tenemos una ladera y no sabemos de dónde vienen los tiros. De repente dejas de oírlos". Eso es todo. ¿Están muertos? ¿Se han ido? ¿Solo heridos? No recogen los cadáveres, así que nunca tienen la certeza de haber causado una baja. Aun así, Ángel reconoce que cuando dejaban de oírse los disparos solo tenía un pensamiento: "Me cargué a ese hijo puta. Uno menos".


Joaquín Moya Espejo no podrá pensarlo nunca más. Una bala se coló cerca de la axila, en una zona no protegida por el chaleco antifragmentos que llevaba. Las placas de cerámica que cubrían el pecho no sirvieron para evitar que un proyectil dejara a su hijo huérfano de padre. La bala era de un arma ligera, probablemente de Kaláshnikov. Es un fusil de asalto, diseñado en la Segunda Guerra Mundial, que heredaron de la ocupación soviética. Arcaico pero eficaz: las ventajas de armamento de los ejércitos occidentales se acortan sobre el terreno. Se sienten expuestos como marionetas en un teatro de títeres: "Nosotros tenemos que hacer puntería, ellos solo tenían que apuntar a la base". En uno de esos ataques demasiado cercanos lograron coger a dos talibanes. ¿Se alegraron en el cuartel? "Pregúntaselo al que no vuelve, o al que vuelve sin piernas: los hubiéramos preferido muertos".


Recuerda aquel día como un momento peligroso, pero sonríe. La adrenalina coloca y mata el aburrimiento. Lo peor de Afganistán es tener tiempo para pensar, para echar de menos. Los problemas familiares, la hipoteca, las crisis con la pareja, allí se viven como ultimátums. La batalla ahoga los problemas: "Lo único que piensas es en dónde está, para matarlo". Una droga que engancha. "Vamos a por él", se decía Ángel. "Olvidas tener miedo. Mientras estás allí disparando lo único que tienes en la cabeza es: ´A ver si pillo a ese cabrón, que mañana puede matar a un amigo".


Este militar no alcanza los 25 años, pero ya ha participado en las misiones españolas del Líbano, Kosovo y Afganistán. Él, como el resto de sus compañeros, solo accede a hablar sin nombre. Ni foto, ni lugares precisos, ni fechas. En un tablón de cuartel donde trabaja, cuelga un cartel con una advertencia: hablar sin autorización tiene una pena, el despido. Muchos piden que no se revele su nacionalidad o su edad exacta, nada que los identifique. "Mira, es que el castigo no es un arresto. Es que te largan. Y yo vivo de esto". El undécimo mandamiento del soldado: no hablarás con periodistas.


La misión afgana es un agujero informativo, pese a que el contingente español que lucha con las fuerzas de la OTAN (ISAF) es de 1.552 combatientes. Con medio millón de habitantes (similar a Cáceres), Badghis, la región controlada por España es una de las provincias menos atacadas por la insurgencia, que se hace fuerte al sur, en la zona limítrofe con Pakistán. Pero también es la más pobre. "En algunas partes de la provincia en las que estamos trabajando no quieren venir ni los afganos", cuenta por teléfono David Gervilla, el actual responsable de AECID, la agencia de española de cooperación y desarrollo que lleva a cabo los programas de reconstrucción de la provincia. Durante los cuatro o cinco meses que duran los relevos, la mayoría de los soldados españoles están destinados en la base aérea de Herat, que suministra a la zona oeste, o en Qala i Naw, la capital de Badghis, la región al noroeste del país que está bajo el control de España. "Estar allí es casi como en un hotel", bromea Ángel, que vivió sus estancias en Qala i Naw como unas vacaciones.


Las condiciones extremas del clima complican las cosas. En Afganistán hay dos ciclos, el de la naturaleza y el de la insurgencia, y uno mueve al otro. En el invierno el frío hace difícil moverse, hasta para los talibanes. Con el deshielo llegan los ataques y las tormentas de arena, que "convierten el día en noche" en cuestión de minutos. "Ves cómo la nube de arena se va comiendo las casas y tienes tres minutos para recogerlo todo antes de que engulla también tu refugio", recuerda impresionado Luis, soldado ecuatoriano destinado en Qala i Naw.

"No tenemos un Ejército capaz de mantener el número de enviados", dice Jorge Bravo, presidente de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME). Bravo no teme que se publique su nombre: "Ya he perdido el miedo". Militar en la reserva, lejos le quedan a este brigada los seis primeros años en el Ejército, cuando el conseguir un contrato fijo depende de los informes de los superiores. Tampoco le preocupa perder los complementos de dedicación especial. "La realidad es que allí se dispara. Matas y te hieren. Te hacen emboscadas, no ataques preventivos".



"El año 2014 queda demasiado lejos", afirma Bravo. Es la fecha que las fuerzas de la OTAN han pactado para culminar la retirada gradual de las tropas, aunque España comenzará a disminuir el número de soldados en Badghis a partir del verano de 2012, según anunció la semana pasada la ministra de Defensa en funciones, Carme Chacón.


Mientras la fecha llega, en Afganistán se juegan la vida. A medida que los sistemas de seguridad que llevan los ejércitos avanzan, la insurgencia aumenta la carga y neutraliza la ventaja defensiva. Los kaláshnikov marcan el compás de los ataques, pero la verdadera arma de la guerrilla es silenciosa. Son los explosivos improvisados (IED) los que convierten cualquier desplazamiento en una muerte potencial.

Los Lince y los RG-31 desfilan en los convoysde vehículos, son los dos modelos que Defensa compró en 2007 para jubilar los BMR. La mejora es notable, pero a la hora de la verdad todo es cuestión de suerte: "Mira, si te atacan con fusilería puedes defenderte. Pero si hay un IED... Eso no puedes verlo. Un día nos cogió uno que se activaba a distancia, pero [los talibanes] no calcularon bien. Los cogió por detrás, y el coche salió disparado unos metros, pero no pasó nada".



"Seamos sinceros, no somos los yanquis. Pero es que ellos casi pueden elegir vehículo y el arma con la que quieren tirar cada vez", dicen dos jóvenes que regresaron de Afganistán hace más de dos años. España invierte un 0,50% del PIB en Defensa; Estados Unidos, un 4,04%. "No nos podemos comparar con ellos, ni queremos: para lo que invierte nuestro país en defensa, no nos podemos quejar". Los americanos tienen zonas de responsabilidad más peligrosas, sin embargo el índice de mortalidad es proporcionalmente menor. Haciendo una cuenta simple, sin tener en cuenta las rotaciones de personal: con un destacamento actual de 100.000 hombres, el Ejército norteamericano ha sufrido 1.500 bajas desde que comenzó en 2001 la misión de combate como represalia por el atentado de las Torres Gemelas. Es decir, un porcentaje del 1,5%. En cambio, la milicia española, que aporta 1.500 enviados a la misión de reconstrucción de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF, controlada por la OTAN desde 2003) por mandato de la ONU, ha perdido a 97 hombres: un 6,4%.


Algunos soldados españoles envidian el equipo de los estadounidenses, hasta el punto de que se compran material a través de páginas web americanas. Ángel explica que es una práctica bastante corriente entre sus compañeros, pero que el equipo comprado tienen que disimularlo o esconderlo cuando pasan revista, pues no es reglamentario. Él se ha comprado unas botas y varias fundas para los cargadores, pero ahora está pensando en adquirir un casco. "No sirve para pegar tiros", resume. Seguridad o movilidad es la disyuntiva que se repite siempre. Los cascos del Ministerio de Defensa español alargan la protección en la nuca, por lo que "al echar cuerpo a tierra y disparar se pierde toda la visibilidad". En más de una ocasión, Ángel eligió quitarse el casco pese al peligro: "Yo voy a Afganistán a pegar tiros, si tengo que elegir entre un casco que me cubra toda la nuca y disparar... Prefiero disparar".


Sobre la chimenea del salón de su casa, Vanesa tiene una vaina de 12,7 milímetros. Es de uno de los primeros cartuchos que disparó en Afganistán. Fumaba a escondidas de su superior, sabía que era un peligro y que incumplía una orden, pero son muchos los soldados que se las ingenian para callar el vicio. Caladas furtivas, el pitillo en un poto para que el fuego no los convierta en un blanco fácil. Mientras se refugiaba en la parte trasera del vehículo vio que algo brillaba. Se puso en alerta y tal vez eso le salvó la vida. Pronto empezaron los disparos. Vanesa es una mujer atractiva. Fuerte, pero pequeñita: "Nunca puedo cargar la [ametralladora]12.7 si no estoy en un momento eufórico. Es demasiado pesada para mí". Aquel día la cargó a la primera.
Es colombiana, cerca de los 30. De las cosas que más le marcaron de su estancia en el país fue la situación de las mujeres. "Tenía que enseñarles mi coleta para que vieran que soy mujer, pero ni así se calmaban. Nada más verte se arrodillaban. El castigo era terrible si las veían hablando con un soldado", recuerda Vanessa.


Ella entró en el Ejército como parte de ese 9% máximo de efectivos extranjeros que sirven a España. ¿Hipócrita luchar por un país que no es suyo? "Todo lo contrario, España me ha dado mucho más que Colombia". Pero el mito de los papeles pesa. Alfredo, boliviano, de poco más de 20 años, se metió al Ejército para conseguir la nacionalidad española, pero tal vez hubiera seguido el mismo camino de haber estado en Bolivia. Ni la cerveza logra relajar la firmeza de su mirada. La rectitud de la pose permanece intacta a lo largo de la entrevista, como si no supiera hacer nada más que ser soldado.


Le gustaría volver al país asiático antes del repliegue de las tropas en 2014. Ahora en España siente que cuando el peligro era real había mayor confianza por parte de los superiores: "En la batalla no hace falta que te digan lo que tienes que hacer, un buen soldado lo sabe. Allí la vida de quien está al mando depende de la tuya tanto como la tuya de él".


El objetivo final de la misión de paz es que las milicias den la seguridad necesaria para construir colegios, levantar hospitales y dar a los agricultores una alternativa al opio. Pero la realidad es que, en ocasiones, la corrupción no permite que el dinero invertido llege a la población y a menudo sienten el rechazo de los afganos. A veces les tiran piedras o se tapan la nariz a su paso para no respirar el mismo aire. "La gente espera más de los militares", afirma Salem Wahdat, el segundo de la Embajada afgana en Madrid. Es un enamorado de la lengua española y está convencido de que apreciarán el esfuerzo con el tiempo: "Van a decir gracias, al menos los afganos aprenderán a decir eso".


Los soldados son profesionales. Luchan por un salario, pero lo hacen con la bandera en el uniforme. ¿Se sienten los colores de España en el frente? "Sientes la vida de tu compañero, es o ellos o tú", dice Ángel. En medio están las balas. Reconocen que cuando aprietan el gatillo solo piensan en volver juntos a casa, pero creen que no se valora su gesto: "No soy un facha, soy un soldado. Me gustaría sentir más reconocimiento en España, sentir que voy a Afganistán y muero porque sirvo a mi gente".


Fuente: Suplemento 11 de diciembre de "El Pais"

jueves, 26 de mayo de 2011

Los militares se comen el Camiño Portugués



"Recorren el tramo Tui-Santiago en menos de 30 horas, y eso que mientras peregrinan compiten en duras pruebas de resistencia

Si alguien vio pasar a un peregrino a toda velocidad y observó que de pronto se lanzaba al agua para cruzar a nado el río Ulla, que no se preocupe. Ni fue una visión ni el individuo en cuestión estaba loco. Eran miembros de las Fuerzas Armadas, que participaron así en un concurso-peregrinación que consistía en llegar de Tui a Santiago en menos de 48 horas.

La Brilat de Pontevedra organizó un concurso en el que participaron 17 patrullas compuestas por un centenar de particulares. Doce de ellas pertenecían a la propia Brilat, mientras que tres eran del Ejército de Tierra, una de la Armada y otra, del Ejército del Aire. La prueba consistía en recorrer el Camiño Portugués, entre Tui y Santiago, en el menor tiempo posible, y además parándose a competir en todo tipo de pruebas físicas y de resistencia.

El recorrido topográfico, lanzamiento de granadas, tiro de precisión con fusil, una prueba de rápel, la llamada pista de aplicación, utilización de medios semipermanentes, un recorrido cronometrado y, por último, cruzar el río Ulla a nado, centraban las competiciones que la organización tenía reservada a los soldados.


Ayer, por ejemplo, esos militares sorprendieron a propios y extraños cuando se detuvieron en Pontecesures para echarse al agua y cruzar el río, hasta la orilla de Padrón, para desde allí seguir viaje hacia Compostela.

Ocurrió por la tarde, cuando resulta que los primeros, y por tanto los ganadores del concurso, ya habían llegado a la Catedral a las siete y media de la mañana.

¿Cómo David Meca?

Ver ayer a aquellos soldados nadar en el Ulla, con sus ropas dentro de una bolsa que tenían que arrastrar contra corriente, recordó a muchos la proeza del afamado nadador David Meca, que avanzó río arriba desde Vilagarcía hasta Pontecesures.


La diferencia es que Meca pudo hacerlo con toda la tranquilidad del mundo, mientras que estos soldados atravesaban solo una pequeña parte de un largo recorrido de competición y dureza que comenzaba cerca de la frontera portuguesa y llegada al corazón de Galicia.


Esos "monstruos" del Camiño Portugués se comieron este itinerario al trote, empleando algunos menos de 30 horas para llegar de Tui a Santiago, algo que a las personas "normales" puede costarles varios días, y eso que, como queda dicho, tuvieron que disputar variadas pruebas que les hicieron perder mucho tiempo.

"Espíritu de cohesión"

De este modo los organizadores del llamado Concurso de Patrullas trataron de "fomentar el espíritu de cohesión y reforzar la identidad colectiva de las fuerzas ligeras, haciendo extensivos los lazos de unión al resto de Ejércitos que componen las Fuerzas Armadas".


También se pretendía "dar a conocer el nombre de la Brilat, realizando un concurso que puso a prueba la dureza, la habilidad y resistencia de los participantes", y como tercer gran objetivo se perseguía "estrechar relaciones tanto en el ámbito militar como en el civil, dando la posibilidad a los participantes de obtener la Compostelana".


Para hoy, como acto de clausura, se anuncia la presencia de los soldados en la Praza do Obradoiro, donde realizarán una parada militar y asistirán a la misa del Peregrino para ganar el jubileo.


Fuente: Faro de Vigo

domingo, 20 de febrero de 2011

Sidi Ifni, la guerra oculta.

"Unos 8.000 jóvenes fueron a la guerra mientras realizaban el servicio militar
Sin formación y calzados con alpargatas estuvieron en primera línea de fuego
Desde hace más de una década luchan por que se les dignifique e indemnice
Franco intentó silenciar el conflicto y alejarlo de la opinión pública
"Un día nos mandaron formar y a unos cuantos nos hicieron voluntarios para ir a la guerra de Ifni-Sáhara", cuenta José Riatós, presidente de la Compañía Expedicionaria de Transmisiones número 4 en esa contienda, a la que aclara que acudió obligado y puntualiza que "lo de voluntarios era un eufemismo".

Con 22 años, mientras realizaba el servicio militar obligatorio, fue enviado al Sáhara en un barco que partió desde Barcelona y que fue recogiendo combatientes en Valencia, Melilla y otras ciudades durante el recorrido, hasta llegar a El Aaiún, donde les dividieron en dos grupos que tomarían posiciones en las dos provincias atacadas por el Ejército de Liberación Marroquí: Ifni y el Sáhara Occidental.

Como él, unos 8.000 jóvenes participaron en el conflicto de Ifni y Sáhara entre 1957 y 1959, mientras realizaban el servicio militar obligatorio. Ahora, más de 50 años después, algunos han acudido a la vía judicial para reclamar el reconocimiento que por ley les corresponde.

Sin entrenamiento previo, inexpertos y calzados con alpargatas, muchos se vieron de pronto en primera línea de fuego. "Al llegar nos encontramos con soldados que regresaban del frente. Uno de ellos solo llevaba puesto un trozo de camisa", explica Riatós al recordar el verano de 1958, cuando después de varios meses de enfrentamientos los muertos, heridos y desaparecidos ya se contaban por decenas.

La guerra oculta
La guerra de Ifni-Sáhara, que estalló el 23 de noviembre de 1957, enfrentó a las tropas españolas con el Ejército de Liberación Marroquí por el control de las colonias del Sáhara Occidental.

Según sus protagonistas fue "corta, dura y extraña", pues, aunque el asedio a la ciudad de Sidi Ifni duró hasta 1969, los hostigamientos directos, que se extendieron al Sáhara, apenas duraron varios meses.

Un tercio del territorio de la provincia de Ifni se cedió a Marruecos a los pocos días de empezar la guerra, por lo que el régimen de Franco intentó limitar la repercusión del conflicto y mantenerlo alejado de la opinión pública; no estaban dispuestos a airear una derrota.

Desde las asociaciones de veteranos aseguran que la guerra se saldó con 300 muertos y más de 500 heridos, y recalcan que entre los fallecidos se contabilizaron unos 100 desaparecidos, cuyos cuerpos aún no se han encontrado, a la par que remarcan que los que regresaron tuvieron que lidiar con las "secuelas psicológicas" del conflicto.

Adolfo Cano, presidente de la Asociación de veteranos de Ifni del Levante español, también participó en la guerra, aunque su experiencia comenzó un año antes, cuando aún nadie se imaginaba que el pacífico paisaje de la costa atlántica africana se iba a convertir en un polvoriento escenario de guerra.

Acudió a Ifni, por aquel entonces la provincia número 51 del Estado español, para hacer allí el servicio militar. "Era una aventura agradable, sentía curiosidad por conocer África, con su lengua, su música y su clima diferente", explica, pero, a los cinco meses de estar como recluta en la capital, Sidi Ifni, se desataron las refriegas a las afueras de la ciudad.

"Era tirador y en los combates llevábamos un tarbuch, una especie de gorro de color rojo, que era una diana para el enemigo", apunta Cano. "Además, disparábamos con un mosquetón al que había que apretarle tres veces el gatillo para que saliera la bala, combatíamos con armamento obsoleto de la Guerra Civil", asegura.

Reconocimiento nominal
Al regresar de la guerra, les concedieron la medalla de campaña de Ifni-Sáhara, aunque tenían que correr con los gastos de la insignia: "Me dieron la documentación como que me concedían la medalla, pero tenía que comprarla, cosa que no hice por dignidad", apunta Cano, al que sus compañeros le regalaron la medalla hace dos meses en reconocimiento a su labor al frente de la Asociación de Levante, que lleva en marcha 10 meses.

Otras asociaciones de veteranos de Ifni-Sáhara vienen reclamando desde hace más de una década que se reconozca su situación, se les dignifique y se les indemnice. Esta insistencia tuvo sus primeros frutos en 2007 con la aprobación de la Ley de Carrera Militar.

En la disposición final novena de esta ley se reconoce "la entrega y sacrificio de los que, cumpliendo el servicio militar obligatorio, estuvieron integrados en unidades expedicionarias de las Fuerzas Armadas destacadas en el territorio de Ifni-Sáhara y participaron en la campaña de los años 1957 a 1959".

Además, se precisa que se "elaborará un listado de participantes en la contienda para estudiar posteriormente ayudas nominales", aunque, tanto Cano como Riatós, coinciden en señalar que este listado en lugar de agilizar los trámites está retrasando el proceso.

"Se escudan en él para darnos largas", asegura Riatós y recuerda que 8.864 cajas, depositadas en el Registro Militar de Ávila, contienen los nombres y apellidos de los que participaron en la guerra de Ifni-Sáhara.

Búsqueda en los archivos
Una empresa externa ha sido la encargada de proceder a la catalogación, organización y descripción de fondos documentales de Ifni-Sáhara conservados en el Archivo Militar de Ávila por un importe de 325.917 euros.

El director del Archivo, el coronel Ruiz Abeijón, ha indicado que el listado ya se ha remitido al Ministerio de Defensa, al haberse finalizado el trabajo de catalogación el pasado 31 de diciembre de 2010 y ha precisado que 24.953 personas están incluidas en esa relación.

Lo que por el momento se desconoce es el número de los que tendrán derecho al "reconocimiento nominal" ligado al servicio militar obligatorio y reconocido en la Ley de Carrera Militar y cuántas habrían fallecido. Adolfo Cano asegura que no han recibido ninguna notificación en la que se les comunique que el listado ya está concluido.

Esperando a Defensa
Han pasado dos años desde que se aprobó la ley que reconoce a los veteranos de Ifni-Sáhara, por lo que el "estancamiento" del caso ha sido el detonante para que el asunto llegue a los tribunales. "Veíamos que iba pasando el tiempo y que los compañeros se iban muriendo, así que decidimos interponer en octubre una demanda ante la Audiencia Nacional", manifiesta Riatós.

La asociación que él preside reclama 36.000 euros por cada veterano, una cifra que se basa en la indemnización que reciben los soldados por heridas sufridas en misiones de paz. "Sabemos que no es comparable; una misión de paz ya lo dice la palabra, es de paz, y nosotros estuvimos en una guerra, pero hemos cogido este baremos como orientación".

Cano asegura que las medidas que ellos llevan a cabo están más enfocadas al reconocimiento moral y subraya que han escrito hasta cuatro cartas a la ministra de Defensa, Carme Chacón, reclamando soluciones e incluso se han dirigido al Rey para que interceda por ellos.

Su última misiva, dirigida a la Subsecretaría de Defensa, pretende aclarar el significado de ese "reconocimiento nominal" recogido en la Ley de Carrera Militar de 2007, a la vez que pide "celeridad" en los trámites, por la avanzada edad de los afectados, y un reconocimiento expreso de la mili "tan diferente" que miles de jóvenes tuvieron que realizar "con las armas en las manos".

Cano asegura que se conformarían con la dignificación de los que estuvieron en esa guerra y de los que tuvieron que aguantar el asedio a la ciudad de Sidi-Ifni hasta la cesión a Marruecos en 1969.

Para ello, reclama "un acto castrense en Valencia o Alicante", un "rancho de confraternidad con la tropa y oficiales" -como se llama en el argot militar- y un "diploma individual" para los combatientes, coincidiendo, además, con el 50 aniversario de la jura de bandera en Ifni de un grupo importante de asociados del 61." Fuente. El Mundo.

http://asociacionveteranosifnidelevante.blogspot.com/
http://www.avile.es/

sábado, 8 de enero de 2011

Condenados cuatro Guardias Civiles por torturar a los asesinos del atentado de la T-4

Hago un "copia y pega" del Blog http://juandeherat.blogspot.com, suscribo hasta la última coma.

"El 10 de diciembre de 1995, Mikel Otegi asesinó a los ertzainas Don Iñaki Mendiluce Etxebarria y Don José Luis González Villanueva de sendos disparos de escopeta en las proximidades de su caserío de Itsasondo (Guipúzcoa).

Otegi fue encarcelado y sometido a un juicio con jurado popular en San Sebastián, un juicio que estuvo rodeado de polémica desde el principio.

El 6 de marzo de 1997 el tribunal dictó una sentencia absolutoria por considerar que el acusado no era "en absoluto" dueño de sus actos cuando disparó contra los dos agentes.

Cinco días después de la absolución fue puesto en libertad.

El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco ordenó a la Ertzaintza en los primeros días de julio de 1997 su localización y retirada del pasaporte y del DNI, pero para entonces Mikel Otegi había huido.

La Sala de lo Civil y Penal, el 7 de julio de 1997, le declaró prófugo y dictó una orden a Interpol de busca y captura.

El 22 de febrero de 2003 fue detenido por la policía francesa cuando se encontraba integrado en la eta...

Hoy, 30 de diciembre de 2010, un año después del asesinato de Don Diego Armando Estacio Sivisapa y Don Carlos Alonso Palate Sailema, cuatro guardias civiles han sido condenados por la Audiencia Provincial de Guipúzcoa como reos de sendos delitos de tortura.

La condena se fundamenta en que la versión de que las lesiones sufridas por los asesinos fueron causadas durante su detención es contradicha por Don Isidro Ropero Cuevas, testigo que, de forma voluntaria, compareció, primero, en el curso de la instrucción y, después, declarando en el plenario, donde detalló que, en la distancia (nunca a menos de veinte metros), presenció la detención y que ésta se produjo sin violencia alguna.

Interrogado reiteradamente sobre el motivo de su voluntaria intervención en el proceso, el Señor Ropero Cuevas dice que "... se debió a que escuchó las declaraciones del Ministro del interior Rubalcaba en diversos medios de comunicación, declaraciones que no se correspondían con la realidad, por lo que decidió intervenir, intervención espontánea no sin antes asesorarse a través de un abogado de la localidad. El abogado a quién recurrió era Jon Usabiaga, quién se había presentado por las listas de HB de la localidad de Mondragón...".

Un primo de de la esposa de Don Isidro Ropero Cuevas es miembro de eta.

"No vio el momento exacto en el que metieron a los dos jóvenes en los vehículos patrols, pero pensó que así era, porque sí vio el instante en el que tras ponerles los grilletes, los llevaban hacia los vehículos. Tras pedirle la documentación, se acercó hacia arriba, hacia el lugar donde se estaba produciendo la detención, y estuvo a menos de veinte menos del lugar, viendo desde la distancia el incidente".

"Llamó por teléfono al diario abertazale (sic.) Gara, y habló con alguien del periódico, justo después de salir del Juzgado de Bergara en el que realizó una primera comparecencia personal. No pudo describir el contenido de lo que había envuelto dentro del papel de celofán porque no lo vio y en ningún momento pensó que fueran revólveres".

Los informes forenses de la Clínica Médico-Forense de San Sebastián prevalecen sobre los de los peritos de la defensa, Doctores Villanueva y Resines.

Estamos de enhorabuena.

Desde aquí no cabe sino felicitar tanto a los más que competentes forenses donostiarras como al ejemplar ciudadano euskaldún que, desde la distancia, paseando al perro, ojo avizor, contempla, y después de asesorarse a través de un abogado de herri batasuna, decide colaborar modélicamente con la Justicia.

No hay motivo para dudar ni de su credibilidad -¿quién en Euskadi no tiene un primo político metido en la eta?- ni de la verosimilitud de sus testimonio, corroborado precisamente por el de los dos asesinos etarras.

Además, el Señor Ropero Cuevas persitió tanto en su versión que hasta llamó al diario Gara nada más salir del Juzgado para que allí supieran lo que había dicho ante el Juez.

Recapitulo :

El punto de partida es la detención de dos ciudadanos, después condenados por asesinato y estragos.

Cuando son examinados por el médico forense presentan lesiones.

La de uno de ellos es de relativa gravedad: tiene una costilla rota.

Los policías dicen que esas lesiones se producen al resistir la detención.

Los detenidos denuncian haber sido torturados.

Tiempo después aparece ante el juez un tercer ciudadano que dice haber sido testigo de la detención.

Acude ante su señoría tras haber sido asesorado por un abogado que fue miembro de HB.

Inmediatamente después de declarar en el juzgado, llama al diario gara para contarles que ha declarado y lo que ha declarado.

No aporta detalles, no reconoce la cara de los policias, porque no se acerca a menos de 20 metros de donde la detención sucede.

Sólo dice que la detención no fue violenta.

El testigo tiene un primo político que es miembro de la misma banda de la que los detenidos forman parte.

Los forenses, médicos de San Sebastián, dicen que las lesiones sufridas "no son compatibles" con la versión de la detención que dan los policías.

Los policías aportan como pericial dos informes médicos, de facultativos de reconocido prestigio, que dicen que sí son compatibles.

El tribunal cree la versión de los detenidos, corroborada por el testigo-ojo de halcón y por los forenses donostiarras...

Celebremos, una vez más, el triunfo de la Verdad, deseando a todos los que creen en la Libertad un feliz año 2011.

Muchas gracias.

Y el que me quiera entender, que me entienda. "